domingo, 19 de octubre de 2008

La Vela de los Huevones

En Ingenio celebramos la Vela de los Huevones. Ahí ninguno atiende, ninguno se levanta, todo el que llega ata él mismo su hamaca bajo la sombra más próxima, en la medida del menor esfuerzo.

Engalanan los cocos en racimo, las palmas frescas, las tiras de papel picado de una punta a la otra tendidas sobre la tierra recién barrida y mojada.

Decenas de cartones de cerveza se enfrían en las hieleras; las botanas de mariscos, los antojitos regionales, el guisado principal cocinado toda la noche en olla virgen circulan de boca en boca. Pero ese calor ingrato es el amigo que nos hace sudar en la picardía de los chistes, que destapa las otras a la hora de la sed. Pinche Sol del Mediodía, padrino del hombre que bebe.

Los mayordomos, cuyas hamacas relucen por su colorido, han pensado en todo. Ellos, los que menos se mueven, los que más platican, los que ponen el ejemplo y se duermen en un de repente, consignan a tres mujeres la restitución de los envases vacíos, de totopos con camarón, del ceviche y la minilla.

Miras ahí las barrigas calmas alumbradas por las claridades del árbol de mango, mientras el sur pega en la piel como un sacramento que perdona culpas y reivindica sosiegos. Escucha la sorna del zapoteco, la carcajada del istmo en la casa del tigre, a medio camino entre el mar y los campos de cultivo.

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