jueves, 25 de febrero de 2010

Las manchas en la alfombra de la casa

Las manchas en la alfombra de la casa brotan del centro de la tierra, hasta que vienen a parar debajo de los pies, como las siluetas de la escena del crimen, ahogadas en el espanto de las representaciones.

Son durante el día continentes del mapa de otro mundo, mientras por la noche trazan un zodiaco inescrutable. Manifiestas están las referencias bíblicas en la esquina principal: una serpiente, la manzana. En el lado opuesto casi un grabado de siglo. Grafías que al final nadie comprende pero lo abarcan todo como suyo y trepan a los muebles, a la ropa; sus extrañas contrapartes en el techo.

En silencio, muda de manchas la vida. Amanecen dislocadas, pequeñas distribuciones del universo. A veces un perro echado o una sombra que corre y desaparece. Constante flujo de signos entre quemadas de cigarros, secos de cerveza, vómitos dormidos: quienes hayan pisado aquí lo han pisado todo.

Día con día el código avanza una casilla: enrocado está el tablero lleno de manchas. Sitio al alma inmaculada en vísperas del último juicio. 

Ancho es el camino que lleva al insomnio, de cuya mancha no quiero acordarme.

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